viernes, 9 de enero de 2009

LA NIETA DEL SEÑOR LINH

No es posible volver a lo que se ha perdido” y menos si la pérdida es fruto del desarraigo que produce la guerra y la violencia. Esto lo comprueba el Señor Linh cuando desembarca en un país extraño llevando en sus brazos a su nieta y una maleta que contiene ropa, una fotografía y un saquito de tela con un puñado de su tierra lejana. También cuando evoca con infinita tristeza a su familia desaparecida, a su aldea, su paisaje de bosques y arrozales, y su vida pacífica y tranquila.
El señor Linh con su nieta de apenas seis semanas no logra comprender su nuevo entorno con un idioma que desconoce y una vida citadina que le produce vértigo y frío intenso en el alma. Afortunadamente en una salida a un parque cercano a su refugio conoce al Sr. Bark con quien establece una amistad tan especial que para comunicarse solo necesitan de dos palabras y un intercambio de gestos, sonrisas, silencios respetuosos, fotografías, cigarrillos y bebidas. No hablan la misma lengua - sólo
entienden la expresión Buenos días-, pero ese contacto diario se convierte en un bálsamo que apacigua su alma. El mundo del abuelo adquiere entonces un nuevo rostro y un agradable aroma que le dan fuerzas para sobrevivir y luchar por su mayor tesoro, su nieta Sang Diu. Ella, como consciente de la situación, colabora con un comportamiento apacible que ayuda a soportar esta nueva vida que cambia completamente cuando ella y su abuelo son llevados a un asilo y alejados a la fuerza de su único amigo, el viejo gordo del parque.
 
Esta historia contada en 120 páginas sorprende gratamente al lector por el estilo sencillo, de frases breves y contundentes y el tono poético que va más allá de la acción, para penetrar en los sentimientos de los personajes y detenerse en los detalles del ambiente que los rodea. Así, PHILLIPPE CLAUDEL logra, no solo retratar la inmensa soledad y tristeza de un exiliado, sino también su fuerza para evocar imágenes, olores, voces y sabores de su tierra perdida. Todo esto a través de una poderosa tabla de salvación como es el contacto humano. Difícil hallazgo en un mundo donde nadie mira a nadie, nadie habla con nadie. Y no solo en la ciudad, también en la residencia de los ancianos. Al final y paradójicamente, se puede descubrir que sí es posible volver a lo perdido, gracias a la comunicación entre los hombres, gracias a ese buenos días, al sonido de una lengua incomprensible y a una mano apoyada en el hombro. Un cálido homenaje al encuentro sincero entre los hombres, a la comprensión entre dos almas. Un milagro en un mundo egoísta con gente que corre hacia un precipicio sin detenerse jamás. LVV

 
"¿Qué es la vida sino un collar de ilusiones que cada hombre se cuelga al cuello?"