lunes, 18 de febrero de 2013

"ESTAMBUL Ciudad y recuerdos" de ORHAN PAMUK


Amor y desamor destila Pamuk a través de sus palabras en la novela ESTAMBUL. Todas sus vivencias y recuerdos ligados a esta ciudad que lo vio nacer, crecer y desarrollar su mundo juvenil están cargados de una sombra de tristeza y soledad, pero también de un afecto indescriptible por ella. Así, a través de la descripción de su hogar, su familia, sus amigos, su colegio y su entorno percibimos una sombra que lo envuelve con toda la riqueza que lo rodea y también con la pobreza y miseria que no lo dejan libre. Porque muchas personas, lugares y situaciones encuentran espacio a través de sus palabras, y es él quien les da el color y la textura que percibe de diferentes modos. Al final podemos decir que nos describe una ciudad llena de encanto y misterio, una ciudad para extranjeros que encuentran “exótico” su pasado, una ciudad que ve con amargura porque “le cuesta liberarse de su pobreza y su miseria”, una ciudad que acepta con “resignación y orgullo”, una ciudad oscura.



“¿Por qué amaba no los paisajes de Estambul que les gustan a los turistas y que se imprimen en las postales, todo sol y rosas, sino los callejones sombríos, las tardes, las frías noches de invierno, la gente medio en penumbra que apenas se aprecia bajo la pálida luz de las farolas y las imágenes de las calles adoquinadas que ya iba olvidando todo el mundo y la soledad de la ciudad?”



Orham Pamuk nace en una familia acomodada, con muchos rasgos de las otomanas estambulíes, y comparte su hogar con sus padres y su hermano mayor. Difícil para él competir con su hermano por el amor de su madre, y más aún por el cariño de su padre, un hombre “satisfecho con la vida y consigo mismo”, pero con frecuencia alejado del hogar. Contó con el cariño y la compañía de toda la familia Pamuk que habitaba el edificio del mismo nombre y también fue testigo de todas sus peleas y desavenencias. Muy protegido y cuidado por su madre y abuela quien dio a sus nietos el nombre de los sultanes de los años gloriosos de la fundación del Estado otomano. Compartió con él el gusto por la lectura y vaticinó que su nieto tendría algún día mucho éxito en la vida hasta lograr que “el nombre de la familia Pamuk se escuchara con respeto”. Por su parte, su madre -que fue su cómplice en su entrega desmedida a la pintura- vivió con temor su posible dedicación a este arte en el futuro e hizo votos para que terminara su carrera de arquitectura y se dedicara a ella o a otro negocio semejante. 



“Tú también sabes que en este país nadie puede ganarse la vida con sus cuadros. Tendrás que arrastrarte, te despreciarán, te humillarán y te pasarás la vida acomplejado, angustiado y lleno de suspicacias. ¿Te parece eso adecuado para alguien tan inteligente, guapo y lleno de vida como tú?”.




El gusto por el dibujo o “ese goce de crear algo de la nada” y que fuera aceptado por los suyos fue su primer contacto con el mundo creativo. Esa relación interminable con “el olor y la presencia del papel” y con una actividad que lo liberara del aburrimiento del presente y lo uniera a ese hábito placentero e infantil de refugiarse en la belleza de Estambul lo llevó a estar más cerca de su paisaje, del atractivo Bósforo con su embarcaciones, de sus calles y sus viejas mansiones. Los pintó y disfrutó de su trabajo. Más tarde y para sorpresa de todos fue cambiado ese placer por el de escribir. Un placer que termina regalándonos este bello retrato de su ciudad y de su vida en ella. LVV