martes, 5 de noviembre de 2013

LOS DÍAS AZULES de Fernando Vallejo


No parece sencillo ir al pasado de nuestra historia y costumbres a través de las palabras de un escritor colombiano caracterizado por su humor negro y por un odio enconado hacia su patria. En ellas, Fernando Vallejo da cuenta de todas sus vivencias de infancia y juventud en tierras antioqueñas donde forjó ese primer contacto con el mundo que marcó su impronta negativa hacia su familia, su tierra y su país.

Los días azules van cambiando de color a través de su relato, hasta lograr la total oscuridad que revela momentos dolorosos de nuestra realidad. Al parecer nada cambia. Leer su libro, escrito en 1985, es como penetrar en el mundo de hoy vivido por los colombianos que nos asombramos de que muchas situaciones sigan en pie, a pesar de los cambios que ha traído el nuevo siglo y su tecnología. Encontramos en él la eterna lucha política de los distintos grupos solo con el ánimo de diezmar al país y enriquecerse abusando de los dineros del estado y acabando con las instituciones a su cargo, campesinos muchas veces ignorantes e incapaces de trabajar la tierra y hacerla crecer para el bien de ellos y de sus amos, ciudadanos hastiados de los ladrones que saquean todo a su alrededor sin control alguno por parte de la autoridad, deportistas que luchan por un triunfo y algunas veces paralizan el país dando lugar a unos minutos de gloria, niños pobres del campo y de las ciudades que se hacen matar siguiendo un globo o buscando la vara de la pólvora ahora prohibida, mujeres cansadas en el hogar donde deben asumir infinidad de obligaciones sin descanso y sin reconocimiento alguno de su tarea. Estas y otras situaciones se acompañan de un fuerte rechazo a la institución familiar, a su colegio de los salesianos, los curas, los médicos y las clínicas de Medellín. Pareciera no salvarse nada ni nadie. Sin embargo, se perciben momentos felices como sus visitas a la finca familiar llamada Santa Anita, su relación con sus abuelos y su tía Lía, su contacto con los libros y las bibliotecas, y especialmente su relación con su perra danesa llamada la Bruja. Seguramente desde entonces se forjó esa relación entrañable que aún conserva por los perros.
«¡Cuántos globos no cayeron en Santa Anita así, a pedradas! Este libro no tiene más objeto que el de narrar la historia del único globo que entre los millares que palpitaban en el cielo agarré en mi vida, mi momento estelar, mi gran hazaña».

Un relato nostálgico que mezcla diferentes momentos de su vida de manera ininterrumpida y muchas veces con una rapidez que asombra y nos lleva al descubrimiento de una gran riqueza léxica. Su primer libro que va a los recuerdos más lejanos de su existencia y en el que participamos del nacimiento de su futura concepción del mundo.  LVV