jueves, 27 de agosto de 2015

NO DIGAS NOCHE de Amos Oz

“Llegué a casa de noche, muerta de calor y cansancio, y me lo encontré sentado en un sillón de la sala, a oscuras y en silencio. Otra vez la total inactividad, para recordarme que mi actividad implica su soledad”. Noa

“Una salamanquesa cuyos ojos de piedra siguen en la oscuridad el revoloteo de un insecto multicolor en el foco de luz, así la veo yo”. Noa


“Se domina hasta en las peleas. Es cauta, siempre tiene puesto el pie en el freno. Yo también soy cuidadoso y conozco los límites. Es como cuando dos cristales se tocan y retroceden a tiempo”. Teo


En Tel Keidar, un tranquilo pueblo israelí de ocho mil habitantes, Teo y Noa van contando su vida que poco se asemeja en las labores cotidianas. Son una pareja de 60 y 45 años, que intenta darle sentido a su existencia en medio del desierto de Neguev. Él se muestra muy dedicado al descanso, a su oficina que algunas veces frecuenta, a sus conocidos con los que comparte un buen tiempo, a observar el paisaje tranquilo y poco bullicioso, y a proteger sin acoso a la mujer que ama. Ella, en cambio, “siempre corriendo detrás del tiempo”, va todos los días al instituto local donde dicta clases de literatura y tiene alumnos extranjeros, asiste a reuniones laborales y de carácter activista, corre al supermercado, a las vueltas del hogar y muchas veces viaja con motivo de su trabajo. Sale, decide y se ausenta sin percatarse de la protección de su esposo,a quien a veces parece evitarlo. Ambos se observan y se descubren ajenos en sus vidas, pero prima un gran respeto que ayuda a que sus encuentros en casa sean gratos y muchos veces amorosos. Sin embargo, parecen no hallar semejanza y mientras Noa lo juzga perezoso y poco activo, Teo la ve cansada, con sus manos desgastadas y aparentando con ello más edad de la que realmente tiene. Es fácil percibir a ambos muy vitales e ingeniosos hasta el punto de encontrar, con el paso de los días, más valor en la madurez y sabiduría de Teo. Es cuando aparece la imagen de Emanuel Orvieto, un alumno de Noa que se suicida y sin darse cuenta, ella asume la responsabilidad de perpetuar su memoria. ¿Hará realidad el Centro de Rehabilitación de Drogadictos que le propone el padre de éste?


Un relato de los gustos, costumbres, sensibilidades y deseos de esta pareja. También de sus hastíos, temores, silencios y vacíos. Todo un contraste en la manera de percibir la vida es esta interesante novela, a su vez lenta y de corte intimista. En primera persona, cada uno nos va contando sus vivencias en una versión alterna y, como espectadores, asistimos a ese desgranar de días y de noches en los que podemos ser partícipes de su intimidad y valorar así la percepción de su diario vivir. Teo y Noa, Noa y Teo. No es fácil asimilar la puesta en común de estos dos seres que intentan compartir momentos de su existencia y que les cuesta ubicarse frente a frente para evaluarse; incluso ante la realidad de no estar casados, parecen asumir una actitud de liberación y de rechazo al mismo tiempo. Y al lado de ellos, los amigos y habitantes de Tel Keidar que igualmente aparecen retratados con la intención de darle a este pueblo una imagen de paz y de concordia. Aquí se trasladan los deseos de su autor, Amos Oz, de buscar la convivencia pacífica entre palestinos e israelíes, como lo ha hecho en muchas de sus obras y en los movimientos pacifistas que ha creado y defendido. LVV

"El que tiene un poco de piedad, encontrará piedad por todas partes".

"Las palabras son una trampa".