jueves, 9 de octubre de 2008

LA MUJER JUSTA


¿Que por qué tengo la mirada cabizbaja como temiendo ser descubierta? ¿Que por qué he gastado tantas horas cargando en mis manos el refugio de una salamandra? ¿Que cuál es mi nuevo oficio? Fíjate, he terminado espiando la vida de un hombre y dos mujeres –su esposa y su amante-. No me juzgues mal. Soy curiosa y me dejé seducir por la invitación del húngaro Sándor Márai para penetrar en una sorprendente historia. Sí, adivinas mi complicidad con este genial escritor. Gracias a él pude sondear en la intimidad de sus personajes, conociendo de cerca cada uno de sus gestos, cada una de sus palabras y acciones... No te apresures en hacer suposiciones porque no es lo que te imaginas. Márai sólo abrió un espacio para que cada uno hiciera el relato de su vida (obvio que en distintos momentos y en distintos lugares) y finalmente yo pudiera descubrir su alma.
¿De qué te ríes? ¿Crees que me ha costado conocerlos? No te imaginas lo enriquecedor que es para todo estudioso del ser humano tener la versión de una misma historia desde el punto de vista de cada uno de sus participantes. Créeme que no hice mayor esfuerzo para tomar partido por uno de ellos. Por supuesto que fue por ella, la esposa de Peter. Déjame hablarte como mujer que también ha sufrido los efectos de amar a un hombre culto y solitario. Sólo quien aprende que su lenguaje es el silencio, que su prioridad es el trabajo y que su refugio preferido es esa “séptima habitación” donde ocultan parte de su ser y de su alma a la mujer que aman, puede sobrevivir a esta relación. Difícil creerlo, pero es soportable si se hace con carácter y conciencia de género. En otras palabras es aprender a amar con la razón, para hacer soportables los sentimientos. Y Maritka, la esposa, logró captar esa actitud extraña, pero no se resignó a soportarla.
¿Quieres saber entonces quién es la mujer justa? Para Péter es su mujer… “esa criatura espléndida. Inteligente, honrada, guapa, culta, joven, hermosa, sensible… sin un solo defecto”. Pero ella, su mujer, considera que tal vez pueda ser la otra, “una figura única, particular, maravillosa e insustituible, que lo haga verdaderamente feliz”. ¿No lo entiendes? Ya que me interrumpes, debo decirte que también me costó definirla. Es aquella que teniendo la capacidad de cambiar el mundo por su hombre, es capaz de resignarse a perderlo para intentar reconciliarse con el mundo y con ella misma; aquella que no se atreve a cambiarlo porque sabe que la espera delirante para conseguirlo es inútil; y paradójicamente es quien debe tener todo lo que un hombre espera de ella. En realidad, no se equivocaba el protagonista, era su mujer. Sólo que a él le faltó valor para dejarse amar sin reservas y escogió el camino de la soledad... Por temor al fracaso, por miedo a revelar el secreto de su inmensa necesidad de amor y ternura, por evitar caer en “el noble y complejo chantaje con el que se exige el don del amor”. Y para evadirlo buscó una rápida destrucción, su soledad, que terminó tomando forma de mujer, Judit, su amante. Pero... no me preguntes por ella. No puedo juzgarla objetivamente. Tal vez tú puedas lograrlo si te acercas a esta historia sin prevención.