lunes, 25 de abril de 2022

EL INFINITO EN UN JUNCO La invención de los libros en el mundo antiguo de Irene Vallejo.

 "El libro es un espacio para preservar lo que más amo en la vida".

“El primer libro de la historia nació cuando las palabras, apenas aire escrito, encontraron cobijo en la médula de una planta acuática. Y frente a sus antepasados inertes y rígidos, el libro fue un objeto flexible, ligero, preparado para el viaje y la aventura”.

"Un libro debe ser portátil, debe favorecer la intimidad de quien lo escribe y lee, debe acompañar a los lectores y caber en su equipaje". IRENE VALLEJO

“De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio y el telescopio son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”. JORGE LUIS BORGES

“Los libros se escriben para unir, por encima del propio aliento, a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda la existencia: la fugacidad y el olvido”. STEFAN ZWEIG


Un “viaje maravilloso al corazón de los libros” (José Miguel Alzate), una “confesión de amor por la palabra escrita” (Fernando-Alonso Ramírez) y un “homenaje al libro de parte de una lectora apasionada” (Alberto Manguel) son algunas de las apreciaciones sobre el INFINITO EN UN JUNCO, con la certeza de encontrar en esta obra el placer de la lectura. Apareció en medio de dificultades familiares, cuando su autora, IRENE VALLEJO, estuvo atendiendo a su pequeño hijo -día y noche en un hospital de España- y, sentarse a escribir en los pocos ratos libres que le quedaban, se convirtió en su único medio para anestesiar la amargura.  Así, surgieron 400 páginas que formaron un ensayo, mezcla de historia y de sabiduría, de vida personal y de experiencias profesionales, de búsqueda de respuestas y de hallazgos filosofo-lingüísticos, de magia y seducción. El resultado fue esta obra maestra, aclamada por miles de lectores durante El año de la Pandemia, lo que le permitió ganar el Premio Nacional de Ensayo 2020 en España. Ha sido traducido a 32 idiomas y ha vendido más de 400.000 ejemplares, en 41 ediciones.

Sorprendida por los resultados de su trabajo, esta escritora y filóloga, ha descubierto que la gente sí valora las palabras y le interesa la historia de los libros. Ellas aparecieron en tiempos inmemoriales y se fueron creando a partir del lenguaje oral y posteriormente del escrito, sin olvidar el dibujo o los signos gráficos, primera forma de comunicación de la humanidad. Desde la piedra, el barro, las tablillas de madera o de metal, hasta llegar al junco convertido en papiro, luego en rollos de este material y hojas sueltas de pergamino, fueron apareciendo los libros en sus variadas presentaciones, incluyendo la más actual como son los ordenadores y los e-books o tablillas luminosas. Irene Vallejo nos relata -con lujo de detalles- ese pasado fascinante de más de 30 siglos, fruto de sus investigaciones que van más allá de La Ilíada y La Odisea, obras que nacieron en la oralidad. Para lograrlo, divide su texto en dos partes dedicadas al aporte griego y al aporte romano, y hace una exposición que no deja por fuera detalle alguno de ese legado.

La historia de los libros como ella la define es “esa lucha contra el olvido y la destrucción”.  De épocas pasadas, recoge narraciones, cuentos, poemas y memorias que pudieron sobrevivir a las tormentas y deterioro de los siglos, y los mezcla con textos actuales, sin temor y con tal habilidad que logra exponer -de manera asombrosa- esa relación entre el mundo antiguo, el clásico y el moderno que no podemos desconocer. Dichas asociaciones se convierten en textos poéticos, relatos tristes y estremecedores de aventuras, persecuciones, destrucciones y censuras durante milenios, y en sueños y realidades esperanzadoras que dan forma a este ENSAYO. Es de resaltar que no le teme a esta forma narrativa caracterizada por su rigurosidad, y se atreve a romper esquemas que le permiten alcanzar su éxito literario.

También nos habla de ese largo proceso que ha vivido el lector hasta llegar “a ese diálogo libre y secreto” que puede establecer ahora con el libro. Aprovecha para contarnos su propia experiencia cuando siendo pequeña su madre era la rapsoda y la hechicera y ella su público fascinado, acompañado de gestos, miradas y silencios. Y añade: Nunca olvidarás a quien te contó un buen cuento en la penumbra de la noche. Si alguien lee para ti, desea tu placer; es un acto de amor y un armisticio en medio de los combates de la vida. Mientras escuchas con soñadora atención, el narrador y el libro se funden en una presencia única, en una sola voz”. Cabe recordar aquí el papel de los bibliotecarios y en especial de aquellos que van por el campo llevando libros con la ayuda de un animal, biblioburros, o por pueblos y ciudades con sus bibliobuses, tratando de llevar a cabo “ese ejercicio público y generoso de la lectura”. Actúan como los antiguos viajeros que fortalecieron los manuscritos de la Biblioteca de Alejandría, ya que cargaban con ellos “esa esperanza de vida contenida en los libros”.

Otro mérito de esta obra es el de resaltar el aporte femenino a la historia de la literatura y recordar que el primer autor del mundo que firmó un texto con nombre propio -1500 años antes de Homero- fue una mujer, Enheduanna. Esta poeta y sacerdotisa fue exiliada y castigada por atreverse a participar en un mundo masculino donde, por siglos, se le vedó el conocimiento a la mujer y el acceso a toda forma de expresión cultural. Muchas veces sus producciones fueron firmadas con nombres masculinos, y son incontables las obras de mujeres que fueron sometidas al anonimato, al desprecio y a la destrucción.

“Y, sin embargo, desde tiempos remotos las mujeres han contado historias, han cantado romances y han enhebrado versos al amor de la hoguera. (…) Han sido las tejedoras de relatos y retales. (...) Anudaban sus alegrías, ilusiones, angustias, temores y creencias más íntimas. Teñían de colores la monotonía. Entrelazaban verbos, lana, adjetivos y seda. (…) Ahora mi madre y yo susurramos las historias de la noche en los oídos de mi hijo. Aunque ya no soy aquella niña, escribo para que no se acaben los cuentos. Escribo porque no sé coser, ni hacer punto; nunca aprendí a bordar, pero me fascina la delicada urdimbre de las palabras. Cuento mis fantasías ovilladas con sueños y recuerdos. Me siento heredera de estas mujeres que desde siempre han tejido historias. Escribo para que no se rompa ese viejo hilo de voz”.

Una gran riqueza es esta obra cuya lectura se convierte en un verdadero aprendizaje y una aventura sin fin por épocas, lugares, situaciones y múltiples personajes de toda la historia de la humanidad. ¡Qué mejor forma de animarnos a valorar la lectura y las ventajas que nos ofrece como lectores! El libro no puede morir si lo seguimos amando. L.V.V.