Vivir el HAY FESTIVAL de Colombia, en su edición XVI, desde mi casa y en contacto con las ediciones de Cartagena, Jericó y Medellín, fue un regalo maravilloso. Ideal asistir a Cartagena y disfrutarlo allí en todo su esplendor –como lo experimenté hace algunos años–, pero en tiempos de pandemia es otra la puesta en escena. Por fortuna, el festival abrió sus puertas a todos los públicos y en esta oportunidad enriqueció la oferta de invitados, ya que fueron 160 procedentes de 16 países. Ellos estuvieron presentes en 126 actividades digitales y algunas presenciales, en las que se destacó no solo la literatura, sino también la filosofía, la economía, la música, la ciencia y el cine, sin dejar atrás la historia y la pintura.
En mi caso y desde el 22 al 31 de enero, asistí a 16 conversatorios relacionados con la literatura, la pintura y el cine. Las reflexiones de los expositores centradas en sus vidas y en sus libros mostraron -en la mayoría de los casos- la situación actual del hombre que siempre se ha debatido entre la riqueza y la pobreza, la igualdad y la injusticia, la construcción y la destrucción, la libertad y la esclavitud, la grandeza y la miseria. Es esa la historia que hemos vivido durante siglos y que no nos desliga del pasado remoto, porque la actualidad siempre estará cercana a él y necesita de ese continuo contacto. Así mismo, muchas de sus novelas son testimonio de las relaciones de familia y de esos diálogos intergeneracionales, a veces tan extraños, que ameritaron ser grabados en las páginas de sus libros; sin olvidar las revoluciones culturales en torno a los sentimientos, emociones, deseos, necesidades y capacidades de las mujeres que han conquistado derechos y siguen en la lucha de cambiar esta cultura patriarcal por una más igualitaria y digna de vivir.
Lo anterior en estrecha relación con la memoria, la verdadera protagonista de sus obras y “esa puerta de entrada a ese territorio tan difícil como es el pasado” -lo mencionó uno de los invitados-. Reconocieron que hablar en voz alta tiene sentido porque toda situación humana invita a una experiencia creativa y artística que, a su vez, es un proceso catártico que amerita ser compartido con los lectores, en este caso. Tampoco ignoraron el valor del silencio y es precisamente el que los ha llevado a escuchar sus propias voces. Voces que insistieron en la creación de un mundo más generoso y acogedor, cargado de lucha y de asombro, así duela porque ese dolor mantiene la atención en lo que pasa e impulsa a buscar un futuro mejor.
Esas voces tan especiales fueron las de los siguientes autores, con sus producciones literarias:
- Juan Gabriel Vásquez: Volver la vista atrás Irene Vallejo: El infinito en un junco
- Isabel Allende: Mujeres del alma mía Fernando Savater: La peor parte
- Rosa Montero: La buena suerte Martha Orrantia: Cipriano
- Gloria
Susana Esquivel: ¡Dinamita! Mujeres
rebeldes en la Colombia del siglo XX
- Myriam
Bautista González: Rebeldes: osadas y transgresoras
mujeres colombianas
- Manuel Vilas: Alegría Emilie Pine: Todo lo que no puedo decir
Emilie Pine: Todo lo que no puedo decir Tiago Ferro: El padre de la niña muerta
Melva Escobar: Cuando éramos felices, pero no lo sabíamos
Marieke Lucas Rijneveld: La inquietud de la noche
Lo anterior, sin olvidar las intervenciones de Gabriel Jaime Arango en su conferencia Diez cuadros para dibujar un país, Claudia Avendaño en su charla Las emociones y las mujeres en la historia de la cultura, y las reflexiones sobre cine de Laura Mora y de Víctor Gaviria. Todos ellos acompañados, en su mayoría, de excelentes entrevistadores que hicieron de estos conversatorios verdaderas clases magistrales. L.V.V.