martes, 7 de febrero de 2012

JUVENTUD de J. M. Coetzee


“Puede que Londres sea glacial, laberíntica y fría, pero tras sus muros intimidatorios hombres y mujeres trabajan escribiendo libros, pintando cuadros, componiendo música”.

Así se acerca Coetzee a Londres esperando encontrar un lugar que lo aleje de Ciudad del Cabo y de su familia y por supuesto, que lo acerque a su sueño de consagrarse al arte. No quiere ataduras a su pasado ni nada que le recuerde a su país y a su madre; sin embargo siguen aferrados a él, como su más cruel realidad que se empeña en esconder. Intenta demostrar que “todo hombre es una isla que no necesita padres” y en ese intento transcurre su juventud. En Londres se muere de frío, de tristeza y soledad. Encuentra un trabajo que lo absorbe, dedicando la mayor parte de su tiempo a los computadores, lo que le roba todo su interés por la literatura, el cine, la pintura y la música. Así su deseo de crecer y de formarse como artista no encuentra salida, a pesar de sus intentos de escribir poesía y cuentos, de sus visitas a museos y teatros, y de sus variadas lecturas. Sueña también con encontrar a quien amar y las pocas mujeres que pasan por su vida no tocan su alma. En la búsqueda de una mujer perfecta, de una francesa soñada, solo encuentra momentos cargados de angustia y una parálisis en su trabajo. “¿Qué está haciendo en esta inmensa ciudad fría donde el mero hecho de seguir vivo significa mantenerse en tensión todo el tiempo, intentando no hundirse?” Difícil encontrar allí una luz clara que le arrebate su necesidad de sobrevivir, sus ataques de pánico, su temor al fracaso. El destino no llega aún, todavía tiene frente a él las páginas en blanco y es lejana la imagen de la mujer que anhela. Es un programador de 24 años y siente la urgencia de cambiar de trabajo para salvarse de la derrota. De lo contrario, su vida peligra.

Una obra íntima que nos acerca con dolor y, a veces, con desesperación a la vida de este personaje. También con admiración por sobrevivir a sus múltiples dificultades personales, sociales y políticas de las que fue víctima en un ambiente donde ser sudafricano blanco, africaneer y residenciado en Londres de los años 60 era de por sí un verdadero calvario. Así, junto con Infancia tenemos un buen conocimiento de la autobiografía de Coetzee, una confesión hecha en tercera persona que, de alguna manera, nos aleja de sí mismo, pero le da más libertad a su obra. LVV

“Como Pound y Eliot, tiene que estar preparado para soportar todo lo que la vida le tenga reservado, incluso si significa el exilio, la labor no reconocida o el oprobio.
 Y si no supera el supremo examen del arte,
 si resulta que después de todo no está bendecido con el don,
también tiene que estar preparado para soportar eso:
el veredicto irrevocable de la historia, el destino de ser,
pese a todos los sufrimientos presentes y futuros, un artista menor.
Muchos son los llamados y pocos los elegidos”.