“La vida está dentro de una cortina, riéndose a carcajadas de
nuestro esfuerzo por conocerla”.
“La felicidad participa de la naturaleza del
caracol, se retrae cuando lo tocan”.
“La vida sin amor no es vida, es un estercolero,
es una ciénaga”.
Imposible negarse
a la lectura de la primera obra de Saramago, novela que no fue publicada por temores
de una editorial que le negó la vida durante 47 años. Cuando su autor, el Premio
Nobel de Literatura 1998, la recuperó mucho tiempo después, la guardó sin
ánimos de sacarla a la luz mientras viviera. Y tuvo que morir para llegar a
nuestras manos esta valiosa historia contada tras largas jornadas de trabajo de
un autor desconocido, que temía hablar en público pues tartamudeaba y prefería encerrarse
en su mundo interior para observar y analizar todo lo que lo rodeaba. Vale la
pena mencionar que pasaron 20 años para que volviera a publicar una novela e
iniciar su largo y valioso camino en la literatura del siglo XX. Claraboya es
pues, el ingreso temeroso a ese mundo cargado de soledad y de silencio, pero
también de sensibilidad y de sabiduría que colman las obras de Saramago.
Una historia encerrada
en un edificio de Lisboa donde habitan familias humildes de diferente
composición es la esencia de esta novela. Todos luchan por la subsistencia y todos
deben asumir los retos de la vida con dificultad, llegando incluso al abandono
y a la desesperación. Sin embargo, resulta fácil traspasar esa claraboya que da acceso a este
mundo que nos describe Saramago. Vemos allí al zapatero Silvestre y su esposa Mariana, una pareja de 30 años de casados que se aman tiernamente y dan albergue a Abel
quien llega a ocupar uno de los cuartos de su casa y quien se convierte en un
buen amigo y confidente. Adriana e Isaura, ya mayores, son las hijas y sobrinas
de Cándida y Amelia quienes se ocupan de las tareas domésticas y de dilucidar
lo que pasa en la relación de las personas a su cargo. Justina –mujer flaca y
sin atractivos- y Caetano Cunha –bravucón y grosero- que trabaja de noche en el
periódico conforman un matrimonio que se odia y evitan cruzarse palabra hasta
que descubren una manera de relacionarse. Lidia, una mujer sola y atractiva,
interesada en ganarse la vida brindando placer a Paulino Morais. Doña Carmen y Emilio
Fonseca, unidos solamente por su hijo Enrique, se soportan con dificultad y
solo esperan el día en que cada uno pueda sanar sus nostalgias. Anselmo y
Rosalía, padres de Claudia –una hermosa joven que necesita trabajar para ayudar
en la supervivencia de la familia- viven sólo para su hija y en ella depositan
toda su seguridad.
Seis familias que sobreviven en un infierno que las hace cómplices de las vivencias de los otros y las obliga a juzgar las apariencias sin piedad. Con una mirada insensible, Saramago pasa de casa en casa y por cada uno de los personajes explorando sus rutinas diarias cargadas de pobreza y cobardía, y mostrando sus pequeñas ilusiones en un intento por rescatar su dignidad. Destaca también el trato dado a las mujeres, en el que predomina la humillación, la censura y la negación de sus capacidades. Son todos personajes reales, atrapados en sus propias vidas y reflejados con una narrativa cuidadosa, de ritmo firme y absorbente. LVV
Un libro “perdido y hallado en el tiempo” como lo asegura Pilar del Río, viuda y traductora de Saramago.
Seis familias que sobreviven en un infierno que las hace cómplices de las vivencias de los otros y las obliga a juzgar las apariencias sin piedad. Con una mirada insensible, Saramago pasa de casa en casa y por cada uno de los personajes explorando sus rutinas diarias cargadas de pobreza y cobardía, y mostrando sus pequeñas ilusiones en un intento por rescatar su dignidad. Destaca también el trato dado a las mujeres, en el que predomina la humillación, la censura y la negación de sus capacidades. Son todos personajes reales, atrapados en sus propias vidas y reflejados con una narrativa cuidadosa, de ritmo firme y absorbente. LVV
Un libro “perdido y hallado en el tiempo” como lo asegura Pilar del Río, viuda y traductora de Saramago.
Un libro que causó dolor a su autor “por la humillación de no haber
recibido nunca una respuesta”.
Un libro que tiene más valor cuando se lee su dedicatoria, a su abuelo Jerónimo Hilário, el hombre más sabio que conoció, aunque no sabía leer ni escribir.
Un libro que tiene más valor cuando se lee su dedicatoria, a su abuelo Jerónimo Hilário, el hombre más sabio que conoció, aunque no sabía leer ni escribir.