“Jamás en la vida había querido perjudicar a nadie. Pero, fueran cuales
fueran mis motivos o intenciones, si me empujaban, podía convertirme en un
ser egoísta y cruel. Un ser humano que, esgrimiendo razones plausibles, infligía
una herida certera y definitiva”
“Si llueve, las plantas florecen; si no llueve se secan. Los insectos
son devorados por las lagartijas; y las lagartijas, por los pájaros. Pero, en
definitiva, todos acaban muriendo. Y, después de muertos, se secan. Cuando una
generación muere, la sucede la siguiente. Pero, al final sólo queda el
desierto. El desierto es lo único que vive de verdad”
Nacer en “la primera semana del primer del primer año de la
segunda mitad del siglo XX” pareciera marcar la vida de Hajime –que significa
“principio”– y señalarle buenos rumbos. Leyendo su historia encontramos que no
careció de bienestar ni de fortuna. Creció en un hogar de clase media, tuvo una
buena educación, contó con una esposa fiel y dos hijas, y aunque inicialmente
trabajó con desgano en las tareas propias de la carrera que estudió, pudo
cambiar su empleo por el manejo de su propio negocio, gracias al apoyo económico de su suegro. En
otras palabras y a la vista de todos, era un hombre afortunado y con excelente estabilidad económica. Sin embargo, estuvo marcado por el
recuerdo de dos mujeres que amarraron su vida para siempre. La primera fue
Shimamoto a quien conoció de niña y le ayudó a superar esa sensación de
imperfección y de inferioridad producida por su imagen de “hijo único”. Ambos
compartieron los años de primaria con disfrute pleno de su compañía, en medio
del gusto por la música y la lectura. Al pasar al instituto a hacer su bachillerato,
Hajime se va olvidando de Shimamoto y en este nuevo lugar encuentra a Izumi.
Con ella establece una relación diferente, pues no demuestra interés por sus
gustos, pero quiere desfogar en ella sus deseos de adolescente. No es fácil
lograrlo y tiene que cambiar sus impulsos por tiernos besos y abrazos. Salen un buen tiempo y el ingreso a la
Universidad marca la separación de ellos. Ya no coinciden los planes de ambos:
él con deseos de marcharse y ella de retenerlo. Ambas historias constituyen un
pasado que se atreve a reaparecer con una huella de fatalidad.
Haruki Murakami, de nacionalidad japonesa y uno de los
escritores más destacados de este siglo, hace uso de estas memorias para darle
cuerpo a una trama compleja. En ella encuadra todas las vivencias de Hajime en
torno a la presencia de estas dos mujeres. Ambas se hacen presentes al comienzo
de su historia, luego desparecen mientras nuestro protagonista crece y va
alcanzando el éxito, y terminan marcándole un rumbo final inesperado. Aparecen con tal fuerza, que de inmediato cambian la normalidad que lo
mantiene en pie. Es la seguridad de todo lo que tiene, contra la inseguridad de
lo que quizás debió alcanzar. Sin temor, Hajime regresa al pasado e intenta
remover las cenizas de lo que no pudo ser. Shimamoto logra invadirlo de nuevo
con una intensidad tan grande que lo lleva al borde del abismo, mientras
que Izumi es puesta de nuevo por su autor, sólo unos instantes pero con la
misma intención. Surgen como fantasmas que se aferran con fuerza a su víctima
y quieren vencerla. Todo parece llegar “al sur de la frontera, al oeste del
sol” donde la fiebre siberiana lleva a la muerte a quienes viven allí, en ese
lugar donde solo ven el sol por todos los lados y nada más.
Esta novela, de 266 páginas, nos pinta al hombre moderno, que llega a estar insatisfecho con todo lo que posee, hasta el punto de poner en riesgo su felicidad. Ese deseo de querer más y buscarlo incansablemente, aun en contra de sus principios, marca esa sensación de dualidad y desajuste que puede hundirlo y generar su propio fin. LVV