"La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la
de que aún no has vivido y la de lo que ya no vas a poder vivir. Y el momento justo de la acción es tan
confuso, tan resbaladizo y tan efímero que lo desperdicias mirando con
aturdimiento alrededor”
“Porque uno de los espejismos más extendidos es el de
pensar que nosotros no vamos a ser como los otros viejos, que nosotros seremos
diferentes. Pero luego la edad siempre te atrapa y terminas igual de tembloroso,
de inestable y babeante”
Los
años pasan y de pronto encontramos que aquello que veíamos lejano y ajeno a
nosotros se va acercando y volviendo nuestro. Las arrugas, el deterioro de
nuestro cuerpo, la falta de rapidez de los movimientos, las enfermedades y hasta
el peso de los años van dando una nueva forma a la existencia que antes
creíamos eterna o mirábamos sin preocupación. Si a esto añadimos la soledad
cargada de temores y la nostalgia por muchas metas no cumplidas se hace más
dolorosa la percepción del paso del tiempo. Y más lamentable aún si nos
comparamos con quienes apenas emergen al mundo llenos de deseos, de esperanzas
y de necesidades; aquellos que sueñan con el amor como el más grande tesoro y
se entregan a vivirlo con la mayor sensualidad y el más grande placer. Sin
embargo, no podemos negarlo, el amor puede aparecer a las puertas en cualquier
momento de la vida del ser humano y ¿por qué no abrirlas?
Esto
sucede en la novela de Rosa Montero, cuyo título es LA CARNE porque da énfasis
a la parte física y sexual que domina en las relaciones humanas. Una novela
sobre el envejecimiento y el peso de los años que causan grandes pérdidas en el
cuerpo y en el alma. Una crítica a la sociedad que rechaza la vejez y la
vivencia de ella en una mujer sola. Su protagonista, llamada Soledad Alegre, a
sus 60 años se cuestiona su vida e intenta desaforadamente ganarle tiempo a su
existencia. No se ha casado ni tiene hijos, pero ha estado dedicada al mundo
del arte y prepara una exposición llamada Arte
y Locura sobre los escritores malditos en la que se debe enfrentar a otros
expositores jóvenes que intentan superarla. Al mismo tiempo, ha terminado una
de sus pocas relaciones con un hombre casado y le urge llenar ese vacío con
Adam, un joven atractivo de 32 años. ¿Qué ganará en esta nueva aventura marcada
por el abismo de los años? ¿Será posible reafirmarse como mujer, hacerse
visible y vencer sus temores? ¿Tendrá éxito su proyecto laboral ante los
embates de profesionales jóvenes que pisan fuerte y con nuevas tecnologías?
Muchas
más preguntas nos hacemos durante esta lectura cargada de ironía y de
diversión. También de tristeza porque su personaje central esconde los secretos
de una vida familiar temprana que prefiere olvidar, pero que comparte con los
lectores. Será entonces la ocasión para entender de manera más clara ese temor
al fracaso y esa locura por entregarse a la tiranía del sexo. Soledad se aferra
a la ilusión de amar y desear para enmascarar sus frustraciones y compensar así
esa maternidad frustrada, esos deseos inagotables de sentirse todavía joven y
ese paso del tiempo que la va acercando a la muerte. Muy acertado el tema
escogido por esta escritora que decide plasmar sus vivencias sobre un tema
cercano a ella y que parece asumir con jovialidad. LVV
“La vida era un paquete de regalos en la vida de un niño, envuelto en papeles de brillantes colores. Pero, cuando se abría, dentro no había nada. Tan breve era la dicha, tan larga la pena”
“Así era la muerte, pensaba Soledad. Se enroscaba en la cama junto a nosotros, pero cada noche nos medía para ver cuándo podía tragarnos”
“De modo que a ella lo único que le servía para olvidarse de la Parca y del desperdicio de la mezquina vida era el amor”