Amor y desamor destila Pamuk a través de sus
palabras en la novela ESTAMBUL. Todas sus vivencias y recuerdos ligados a esta
ciudad que lo vio nacer, crecer y desarrollar su mundo juvenil están cargados
de una sombra de tristeza y soledad, pero también de un afecto indescriptible por
ella. Así, a través de la descripción de su hogar, su familia, sus amigos, su
colegio y su entorno percibimos una sombra que lo envuelve con toda la
riqueza que lo rodea y también con la pobreza y miseria que no lo dejan libre.
Porque muchas personas, lugares y situaciones encuentran espacio a través de
sus palabras, y es él quien les da el color y la textura que percibe de
diferentes modos. Al final podemos decir que nos describe una ciudad llena de
encanto y misterio, una ciudad para extranjeros que encuentran “exótico” su
pasado, una ciudad que ve con amargura porque “le cuesta liberarse de su
pobreza y su miseria”, una ciudad que acepta con “resignación y orgullo”, una ciudad oscura.
“¿Por qué amaba no los paisajes de Estambul que les gustan a los turistas y que se imprimen en las postales, todo sol y rosas, sino los callejones sombríos, las tardes, las frías noches de invierno, la gente medio en penumbra que apenas se aprecia bajo la pálida luz de las farolas y las imágenes de las calles adoquinadas que ya iba olvidando todo el mundo y la soledad de la ciudad?”
Orham Pamuk nace en una familia acomodada, con
muchos rasgos de las otomanas estambulíes, y comparte su hogar con sus padres y
su hermano mayor. Difícil para él competir con su hermano por el amor de su
madre, y más aún por el cariño de su padre, un hombre “satisfecho con la vida y
consigo mismo”, pero con frecuencia alejado del hogar. Contó con el cariño y la
compañía de toda la familia Pamuk que habitaba el edificio del mismo nombre y
también fue testigo de todas sus peleas y desavenencias. Muy protegido y
cuidado por su madre y abuela quien dio a sus nietos el nombre de los sultanes
de los años gloriosos de la fundación del Estado otomano. Compartió con él el
gusto por la lectura y vaticinó que su nieto tendría algún día mucho éxito en
la vida hasta lograr que “el nombre de la familia Pamuk se escuchara con
respeto”. Por su parte, su madre -que fue su cómplice en su entrega desmedida a
la pintura- vivió con temor su posible dedicación a este arte en el futuro e
hizo votos para que terminara su carrera de arquitectura y se dedicara a ella o
a otro negocio semejante.
“Tú también sabes que en este país nadie puede ganarse la vida con sus cuadros. Tendrás que arrastrarte, te despreciarán, te humillarán y te pasarás la vida acomplejado, angustiado y lleno de suspicacias. ¿Te parece eso adecuado para alguien tan inteligente, guapo y lleno de vida como tú?”.
El gusto por el dibujo o “ese goce de crear
algo de la nada” y que fuera aceptado por los suyos fue su primer contacto con
el mundo creativo. Esa relación interminable con “el olor y la presencia del
papel” y con una actividad que lo liberara del aburrimiento del presente y lo
uniera a ese hábito placentero e infantil de refugiarse en la belleza de
Estambul lo llevó a estar más cerca de su paisaje, del atractivo Bósforo con su
embarcaciones, de sus calles y sus viejas mansiones. Los pintó y disfrutó de
su trabajo. Más tarde y para sorpresa de todos fue cambiado ese placer por el de
escribir. Un placer que termina regalándonos este bello retrato de su ciudad y de su vida en ella. LVV
“Tú también sabes que en este país nadie puede ganarse la vida con sus cuadros. Tendrás que arrastrarte, te despreciarán, te humillarán y te pasarás la vida acomplejado, angustiado y lleno de suspicacias. ¿Te parece eso adecuado para alguien tan inteligente, guapo y lleno de vida como tú?”.
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