“Cuando un niño nace o
una persona muere, el presente se parte por la mitad y te deja atisbar por un
instante la grieta de lo verdadero: monumental, ardiente e impasible”.
“La creatividad es
justamente esto: un intento alquímico de transmutar el sufrimiento en belleza. El
arte en general, y la literatura en particular, son armas poderosas contra el
Mal y el Dolor”.
“Los humanos nos
defendemos del dolor sin sentido adornándolo con la sensatez de la belleza. Aplastamos
carbones con las manos desnudas y a veces conseguimos que parezcan diamantes”.
“Todos necesitamos la belleza para que la vida
nos sea soportable".
Para un escritor resulta más soportable vivir
la pérdida de un ser querido ya que es capaz de plasmar en sus palabras todos
sus sentimientos y de construir con ellas una imagen aceptable de su propio
dolor. Cuesta enfrentar la idea de no volver a ver a esa persona que amamos y
que repentinamente ya no está porque ha muerto. Sólo las palabras pueden hacer
este milagro que lentamente ayuda a recuperarnos y a reinventarnos hasta tomar
consciencia de estar vivos y de tratar asumir la verdadera realidad. Gracias a la palabra se intenta “defendernos
de ese dolor sin sentido” que deja a los amantes mudos y sin ninguna
explicación. ¿Cómo lograrlo? Con esa creatividad que los escritores poseen y que
pueden transmitir a sus textos, transformando el sufrimiento en belleza. Con
esa fuerza expresiva que tiene el convencimiento de que “para vivir tenemos que
narrarnos” e intentar darle sentido a la vida para hacerla menos “enloquecedora
e insoportable”. Con ese deseo de llegar a los fantasmas que facilitan ese
acercamiento entre la realidad y la fantasía para que ese “rapto de locura” se
convierta en “una herida hecha luz” y la muerte forme parte de la vida.
Así lo vivió Rosa Montero al enfrentar
la muerte de su esposo y así lo experimentó Marie Curie quien amó a plenitud y
tuvo la tristeza de perder a su compañero tempranamente. En el libro LA
RIDÍCULA IDEA DE NO VOLVER A VERTE, la escritora española habla de estos duelos
y de la manera cómo le hicieron frente a sus pérdidas hasta llegar a un diálogo
cercano con la muerte. “Al huir de la
muerte, huimos de la vida”, lo expresa de manera clara. En 11 meses que duró la
escritura de esta obra basada en las páginas desgarradoras del Diario de duelo de madame Curie, Rosa
Montero pudo salir del encierro de su propia realidad y hacer un texto difícil
de definir por su composición –fotografías, reflexiones, notas, cartas,
anécdotas-, pero fácil de llegar a él por su sentimiento y su complicidad con
el lector. Valioso este juego de roles, en el que constantemente se pierde la imagen
de la escritora y su dolor, para dar paso a un relato detallado de todos los
acontecimientos y miserias en la existencia de la científica polaca Premio
Nobel de Física en 1903 y de Química en 1911. También fue la primera en “licenciarse
en Ciencias en la Sorbona, la primera en doctorarse en Ciencias en Francia y la
primera en tener una cátedra” allí. Y sin embargo, nadie como ella tuvo que luchar
en un ambiente tan cerrado para su condición femenina y su entrega desmedida a las
ciencias y a sus propios deseos. Una gran lucha que diezmó su vida, pero
pudo demostrar su voluntad inmensa para satisfacer sus intereses y llevar a cabo
sus sueños. Un texto que sorprende por el temor de la escritora a desnudarse y
mostrar su dolor, y por la manera de estudiar a la científica, de interpretarla
y llegar a ella con envidiable
propiedad. Toda una lucha contra el olvido. LVV
"La felicidad es minimalista. Es sencilla y desnuda. Es un casi nada que lo es todo".
"Cuanto más se envejece, más se siente que saber gozar del presente es un don precioso, comparable a un estado de gracia"
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