Pamuk nos sorprende una vez más con
la visión de su ciudad cambiante, a través de un hombre sencillo y soñador que lucha
incansablemente por sobrevivir en medio de innumerables dificultades, Mevlut
Karatas. Desde el extremo occidental de Asia aparece nuestro protagonista con deseos
de llegar a Estambul y a los 12 años empieza una nueva vida. Reside allí un
buen tiempo con su padre y luego debe enfrentar solo todos los
desafíos que ella le ofrece. No será fácil la supervivencia, pero la encara
desempeñando el oficio de su progenitor, vendedor de yogur y de boza –una
bebida con bajo nivel de alcohol que él mismo prepara-. Realiza otros trabajos
que poco le ofrecen, pero siempre tendrá la venta de boza como la mejor manera
de ganarse la vida y de enfrentar sus alegrías y temores.
Son incontables las aventuras y sensaciones
que nos sorprenden en el largo caminar de Mevlut y muchos los personajes que
entran a hacer parte de su mundo. En su mayoría son integrantes de su familia y
cada uno tiene la palabra para contarnos en primera persona su visión de los
hechos y su relación con Mevlut. Ellos, además de sus clientes y vecinos,
terminarán admirando su honradez, su honestidad y su permanente calidez. Así
mismo, aparecen dos mujeres de gran importancia en la obra que marcarán para
siempre las acciones de Mevlut en distintos momentos de su vida, Rayiha y
Sahira. Estarán cerca de su corazón y lo sorprenderán en su diario vivir que no
fue fácil, pero que estuvo marcado por su cariño y comprensión. Mientras tanto,
él mirará siempre a Estambul con los ojos de su corazón, especialmente ese
lugar cargado de chabolas o casas humildes, asiento de los emigrantes y cuna de
la gente menos favorecida, ubicado en las colinas
cerca del Bósforo y alejado del centro de la ciudad. Sus calles serán testigo
de sus interminables caminatas como vendedor nocturno, de su marcado temor a
los perros que de inmediato captan su miedo, de su trato amable en los lugares
donde es convocado para recibir su bebida, y de su eterna esperanza de hallar
compradores de boza, a pesar de los cambios que van dejando atrás los productos no manufacturados. Sueña con volverse
rico y es notoria su lucha incansable, pero no logra hacer fortuna. Sin
embargo, esto no lo desanima y su mayor interés será siempre conocer la ciudad y
vagar por ella, sin afectarle demasiado su crecimiento incesante, el malestar
público que se refleja entre sus habitantes, los golpes de estado, las
incontables guerras y los conflictos religiosos y políticos que enfrenta Turquía.
Será testigo incondicional de la historia de su país, sin dejar su rol de
vendedor ambulante porque siempre disfrutará de su trabajo hasta que comprende
que caminar estimula su imaginación, así no venda boza, y se siente “como si
deambulara por el interior de su propia mente”.
Pamuk nos regala la visión de su ciudad:
sus calles, los barrios ricos y pobres, la vida de sus habitantes en sus casas,
sus olores y sabores, el paisaje silencioso en las noches, los cementerios, las
gaviotas, los gritos, el volumen fuerte de los televisores y la religión con todas
sus connotaciones políticas. Esto sin dejar atrás el valor de sus tradiciones
especialmente de sus bebidas como la boza y el raki. Además, Pamuk nos ofrece un fuerte
contraste entre el sentido del mundo rural y el apego a las tradiciones, frente a la concepción urbanística de la
ciudad que progresa y la transformación
que da dicha modernidad. En otras palabras, UNA SENSACIÓN EXTRAÑA se capta en esta historia que parece estar atada a un
pasado de costumbres entrañables y se niega a abandonar a su autor. También apreciamos
en esta obra el valor de la vida humilde cargada de afectos y de compañía, en contraste con la soledad que se experimenta cuando solo hay abundancia y belleza. Pamuk nos
ofrece una narración magistral caracterizada por el amor, la nostalgia, la bondad
y la esperanza. Un deleite leer este libro, de una gran riqueza narrativa pese
a sus 620 páginas. L.V.V.
http://www.dw.com/es/orhan-pamuk-una-sensaci%C3%B3n-extra%C3%B1a/av-19110106
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