miércoles, 15 de mayo de 2013

EL LIBRO DE MI MADRE de Albert Cohen


"Amor de mi madre, nunca más. Yace en su cuna definitiva, la bienhechora, la dulce pródiga. Nunca más estará aquí para reñirme si me imagino cosas. Nunca más para alimentarme, para darme la vida, para darme a luz cada día. Nunca más para hacerme compañía mientras me afeito o mientras como, vigilándome, pasiva pero atenta centinela, intentando adivinar si de veras me gustan esos rombos de nuez que me ha preparado. Nunca más me dirás que no coma tan aprisa. Me encantaba que me tratase como a un niño".
 
 
 Dos personas tocaron las páginas de este libro e incursionaron en su lectura, mientras mis ojos y mi mente, lograban pegarlo a mis manos. No fue fácil. Los comentarios previos de quienes se acercaron a él, no fueron muy complacientes. Mi sobrina, de 17 años, lo rechazó una vez terminada la segunda página con el argumento de encontrar molesto el relato sobre una madre muerta. Igualmente, mi amiga, de 62 años, lo soportó unas horas mientras me esperaba en una cita, pero le fastidió demasiado el tema repetitivo de la ausencia de la madre, y el no poder avanzar en su lectura. En cambio yo lo terminé. Triste, muy triste el relato. Pesado, muy lentos los acontecimientos. Sin embargo, pude descubrir la razón de este dolor. El dolor de un hijo por la muerte de su madre, un dolor que sabe a pesadumbre y arrepentimiento, un dolor que se prolonga por la desdicha de su ausencia.

Imposible recuperar a su madre y rehacer con ella los momentos que la tuvo cerca. Imposible también manifestarle su amor y abrir las puertas a una relación que careció de completa entrega. Nada podrá regresarla a la vida. Ni la entrega desmedida de ella a la maternidad, esa locura de afecto que siempre regaló a su hijo, sin importarle sus desplantes. Así la espere tras la puerta, ya no aparecerá, ni será su sombra para guardar todas sus locuras y debilidades. Siempre sabrá que no fue sincero en su amor a ella, que muchas veces acudió a sus llamados por obligación y retardó sus encuentros por otras citas más tentadoras. Infancia y juventud son perdonados. ¿Y qué decir cuándo se hizo grande y de nuevo falló? Entonces, vale la pena este relato, a modo de reivindicación. Como también es válido el incursionar en este tipo de literatura florida y casi barroca como la que nos presenta Cohen. LVV
"¿Quién duerme?, pregunta mi pluma.
 ¿Quién duerme, sino mi madre eternamente, quién duerme sino mi madre que es mi dolor?"


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