“No
hay literatura femenina, es sólo que las mujeres han introducido en la
literatura algo que los hombres no hacen, hablar de los problemas desde la más
profunda intimidad".
Rosa Regàs
Rosa Regàs
Esta novela, ganadora del Premio Planeta 2001 en su quincuagésimo aniversario, ha sido valorada por la crítica de diferentes maneras: aburrida, intrigante, perturbadora, inteligente, deslumbrante, lenta y pesada. Yo diría desconcertante. Rosa Regàs nos relata una historia interesante y cargada de misterio que agiliza la percepción de nuestros sentidos, deseosos de un final más rápido y preciso. Sin embargo, encontramos un texto que se recrea en los lugares, los personajes, las situaciones, los sentimientos, los temores y los pensamientos cada vez más contradictorios de su protagonista. La escritora española parece estar buscando cómo agarrar al lector con su estilo narrativo, cómo llevarlo paso a paso por el sorprendente mundo de un pueblo y de sus habitantes, cómo hacerlo cambiar de opinión respecto a sus personajes principales y cómo sorprenderlo finalmente. Y la sorpresa llega con un final inesperado que nos deja sin palabras. ¿Una trama tan elaborada merece tal desencadenamiento? Este y muchos otros interrogantes suscita la obra que a pesar de todo, termina más enriquecida por este suceso, añadiría yo, a quien desconcertó y dejó cargada de inquietud.
Dos personajes
femeninos totalmente opuestos son los protagonistas de esta historia: Aurelia y
Adelita. Aurelia es una profesora universitaria de Madrid y debe visitar con
frecuencia a su padre enfermo que reside en el campo. Las relaciones con él no
han sido cordiales, pero ahora necesita la ayuda de alguien que cuide a su
progenitor y se encargue también de la casa. Adelita, una mujer pequeña y
humilde, es la persona indicada y llega asumiendo el rol esperado. Pasarán muchos
días, incluyendo el fallecimiento de su padre, para que Aurelia empiece a dudar
de su empleada. Ve cómo sale con frecuencia, maneja extrañas relaciones a su
alrededor, tiene esposo e hijos holgazanes, y es parlanchina y mentirosa, lo
que obliga a Aurelia a abandonar su estilo de vida citadino. Así esta pequeña
mujer irá cobrando fuerza en el relato y hará todo lo posible por imponer su
voluntad ante su patrona que cada día irá disminuyendo su seguridad y dominio de la situación. Aparecerán además
hechos anómalos como el robo de un valioso anillo de Aurelia, visitas a la
comisaría de policía buscando en vano abogados para su caso, llamadas
telefónicas que insisten en preguntar por Dorotea, y la aparición en el pueblo cercano
a la casa de un hombre enigmático con sombrero negro que siempre parece estarla
observando. No será fácil para Aurelia enfrentar estos sucesos que terminarán
agobiándola y dejándola vencida por el lado oscuro de su contrincante. Su autoestima
entrará en crisis, la depresión aumentará, bordeará la locura y la soledad será
su única acompañante.
Vale
la pena concluir con la cita de Sandor Marai que utiliza la autora para iniciar
esta novela: “El deseo de ser diferente
de lo que eres es la mayor tragedia con que el destino puede castigar a una
persona”. En otras palabras, asistimos a la negación de la individualidad
de dos seres femeninos que se encuentran, se atraen, se descubren y finalmente
se repelen porque no se aceptan. “Quieren ser otra persona y cantar LA CANCIÓN
DE DOROTEA que no es la suya propia”. LVV
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