“Si una sola persona que
sufre de depresión y está pensando en matarse reconsidera la idea de quitarse
la vida al leer estas páginas, yo me habré salvado también”.
“La inmovilidad se parece mucho a la muerte, y la cama se parece a un ataúd. La depresión es una muerte chiquita. El problema es que no nos hemos muerto”.
“Las muertes chiquitas son como ver fantasmas de uno mismo y recordarse vivo cada instante de la eternidad en que estás muerto”.
Un acercamiento directo a la depresión, a través de las palabras de quien la ha padecido en repetidas ocasiones, es el tema de LAS MUERTES CHIQUITAS. Los que nos acercamos a esta obra de la escritora colombiana Margarita Posada intentamos entender las manifestaciones de esta enfermedad que acosa a millones de personas en el mundo, como “un monstruo” que solo ellas enfrentan y ante el que deben luchar usando las armas de la soledad, la angustia, el desasosiego, la inmovilidad y la indefensión. Eso sí, muy válido el acompañamiento de los seres cercanos para hacerles sentir que no están solos, que hay alguien cerca de ellos dispuestos a ayudarlos. Y más valioso aún, en este caso, la actitud de su autora de acudir a la literatura para expresar sus sentimientos, emociones, sobresaltos, penas; es decir, su mundo interno que es oscuro y tenebroso, pero que una vez traducido en palabras puede ayudar a quienes lo viven y encontrar un consuelo, un acompañante en su duro transitar. En otras palabras, resulta muy válido escribir para sanarse.
Margarita Posada quiere ahora mirar con otros ojos la depresión y
sincerarse sobre esa relación extraña con esta enfermedad, evadiendo el interrogante
“¿por qué a mí?” que muchas veces la atormentó sin encontrar respuesta. Ahora
está atenta a su llegada para intentar manejarla cuando aparezca y rechaza la
solución rápida de acabar con la vida, como lo hacen tantos depresivos, y de la
no fue ajena en muchas de sus crisis. Sabe bien que dar “ese último paso en ese
sinsentido absoluto que se llama suicidio” como ella misma lo dice, no es la
respuesta. Reconoce también la necesidad de la medicación y la importancia de
la terapia para lograr esa reconstrucción del amor propio que va dando las
herramientas para salir adelante. No es fácil para los que padecen este
trastorno aceptar esta ayuda, como tampoco la asistencia permanente de
familiares o amigos, pero urge hacerlo porque -aún en contra de su voluntad- entienden
ese amor y esa presencia que no se cansa de apoyarlos y de ofrecerles su
compañía. Valioso además el hecho de aferrarse a la espiritualidad y creer que
alguien que está fuera de ese ser vulnerable puede ayudarlos.
LAS MUERTES CHIQUITAS es una obra que describe “la manera de exorcizar los
demonios” de la autora y de vencer “ese cáncer de la voluntad” que la ha
acosado desde los 25 años. Muchas crisis ha vivido en medio de su trabajo como
periodista, escritora, presentadora de radio-teatro-tv, columnista de sexo,
jefe de prensa de festivales culturales, editora de consejos de redacción de
diferentes periódicos, revistas y de portales web. Difícil imaginar cómo una
persona con tanta riqueza intelectual tiene que enfrentarse a esta lucha con la
depresión, a esa MUERTE CHIQUITA, a veces tan dolorosa y otras veces tan inhumana.
Un verdadero desequilibrio cargado de noches de euforia, de alcohol y de sexo,
o de total inmovilidad, ante la cual se encierra y se refugia en su mundo
inerte y completamente aislado. Una realidad ante la que ha preparado su huida.